La historia del graffiti
El grafiti es un movimiento de arte urbano ligado a la historia de la humanidad desde los orígenes de nuestra civilización. El concepto ha ido evolucionando y transformándose a través de los siglos; desde las pinturas rupestres en cuevas creadas hace miles de años, en la antigua Grecia con carácter político y divulgativo, hasta llegar a las últimas décadas, donde el graffiti ha sido empleado como método propagandístico y/o con un espíritu transgresor.
Concretamente, el grafiti fue adquiriendo la forma en la que hoy lo conocemos durante los años 60 en Estados Unidos, aunque no fue hasta los 70 cuando el movimiento despegó con artistas como Taki 730, Phase 2 o Cornbread, quienes comenzaron a dejar sus nombres por las calles y estaciones de metro en Nueva York y Filadelfia. Lo que parecía una simple moda reivindicativa estalló: un gran número de artistas de todas las culturas, barrios y clases desataron una batalla contra las instituciones públicas. El desafío llamaba a la diversificación de las técnicas, los estilos eran cada vez más trabajados y los tags (las pintadas) empezaron a verse en distintos lugares, cada vez más curiosos. Y he aquí donde los trenes se vuelven protagonistas de la historia, siendo la superficie más codiciada por escritores y grafiteros.
Cada barrio en las grandes ciudades sufrió el cultivo de estilos propios. Algunos escritores de Brooklyn crearon letras más separadas, adornadas con flechas, espirales, etc. En Broadway el estilo que reinaba era el Top Cat (Broadway Elegant), que también se extendió a Manhattan. Por otra parte, en el Bronx se mezclaban todos los estilos. La aparición de nuevos rotuladores, aerosoles y sprays de pintura abrieron el abanico de posibilidades técnicas y estilísticas.
Durante los primeros años del “boom” el principal reto era crear obras de calidad con la máxima expresividad posible, para lo se requería una superficie amplia para pintar -como la de los trenes. La personalidad en la pieza adquiere una importancia fundamental que desencadena una guerra de estilos e innovación constante. Cuando parecía que el objetivo del grafiti era crear una pintada maestra, algunos grafiteros revolucionaron el panorama añadiendo una nueva regla a la ecuación: la cantidad. Los escritores comenzaron entonces a competir por el título del “Rey de la Línea”, que se otorgaba a aquel que más pintadas realizaba en una misma línea de metro, sin importar su calidad.
La expansión hacia Europa: el grafiti en España
Los años 80 fueron duros: el graffiti lucha por sobrevivir en una época caracterizada por la presión de las autoridades: nuevas vallas para proteger las cocheras, más vigilancia, pintura más resistente, etc. Además, la sociedad castiga el movimiento debido a parte de su esencia fundamental: la ilegalidad.
Los escritores buscaban resaltar sus obras por toda la ciudad, y los trenes se volvieron la superficie más suculenta y dificultosa de conseguir, con mayor mérito y reconocimiento. Los tags en trenes viajaban por toda la ciudad, y el fenómeno del graffiti se extendió por todo Estados Unidos. Inevitablemente la cultura del graffiti emigró también a Europa en la misma década de los 80. Las ciudades europeas con mayor aceptación fueron Amsterdam y Madrid, donde el movimiento había surgido algunos años antes a través del movimiento punk.
Fue a principios de los 80 cuando los primeros grafitis aparecieron en Madrid. Curiosamente, el grafiti en España estaba dividido en dos corrientes: una creada a partir de la influencia de Estados Unidos, y otra surgida en la Movida Madrileña, denominada el «grafiti autóctono madrileño«. Su principal protagonista fue Muelle, pionero de este movimiento, caracterizado por pintar superficies que no requerían una limpieza habitual. Los principales escritores de esta época actuaban de manera muy similar, y los anuncios del metro fueron el soporte estrella. Por su parte, los trenes y metros fueron prácticamente ignorados durante toda la década, aunque a finales de los 80, y debido (en parte) a la influencia de la otra corriente neoyorquina, ver trenes pintados era mucho más habitual.
El grafiti en trenes pegó fuerte durante los primeros años de los 90. Sin embargo, a mediados de esta década el nivel de tags en España decae bastante. Actualmente, el movimiento es muy criticado por la sociedad debido a los altísimos costes de limpieza. Las sanciones por este tipo de actos empiezan en los 100 euros (dependiendo de la infracción, la multa puede llegar a alcanzar grande cifras), además de trabajo comunitario limpiando este tipo de pintadas. Sin embargo, el graffiti no ha desaparecido. Algunas ciudades como Barcelona buscan fórmulas junto a los artistas para permitir legalmente este tipo de arte en murales o superficies concretas, donde puedan crear obras de alta calidad con permiso del ayuntamiento.
La polémica: ¿arte o vandalismo?
Si algo caracteriza al movimiento, es que los escritores reivindican sus pintadas como obras de expresión pura, representan la lucha contra lo establecido más allá de las normas. Tintado de polémica, el grafiti es un arte que abarca todos los colores y formas, un movimiento vandálico cuyo objetivo es la libre expresión de lo no permitido, mostrando la obra a todo el mundo, sin censuras y sin límites. La exploración de nuevas formas y abstracciones es continua, y por eso el movimiento sigue reinventándose a través de un abanico de posibilidades cada vez más amplio.
Y tú… ¿qué opinas? ¿Te parece un movimiento artístico o más bien son tan solo obras de vandalismo? ¿Los ayuntamientos deberían apostar por permitir las pintadas en murales concretos?
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